jueves, 19 de mayo de 2016

Capítulo 19 - Interludio: El verdadero demonio.

Se llevaron al Capitán Naimbroth a rastras, imposibilitado de realizar hechizos, con ojos y boca vendados, y un par de fuertes brazos que lo llevaban a quién sabe dónde.

Entraron en una amplia habitación donde habían muchas personas, y pese a que no podía verlos sentía como era el objeto de su atención. Se detuvieron cerca del centro y escuchó el intercambio entre uno de sus captores y otro hombre.

—¿Nombre del prisionero? —dijo una de las voces.

—Aún no lo sabemos —contestó su captor.

—¿Motivo del arresto? —continuó la primera voz.

—Asesinato en primer grado, intento de secuestro y conspiración con demonios —respondió su captor.

La tensión en el aire se elevó instantáneamente. Sentía las miradas de todos clavadas en él, y no pudo evitar dejarse llevar por el momento y sonreír con malicia. Automáticamente varias personas dieron un paso atrás, alejándose de él.

—¿Algo más que debamos saber? —continuó interrogando la primer voz.

—Estaba con un Dragonborn druida que logró huír. Un ciudadano estaba en la escena, pero no estaba involucrado en el crimen.

—Llévenlo a la sección B, celda 27 —ordenó la primera voz— Lukems, no hay demasiados semidemonios en la ciudad. Averigua lo que puedas sobre él, así como del druida y del ciudadano. Arréstelos si es necesario.

—Sí señor —respondió una tercer voz.

—Tenaj, estás a cargo del interrogatorio —continuó la primer voz.

—Sí señor —respondió una cuarta voz.

Arrastraron al capitán unos metros y activaron una palanca. Un mecanismo comenzó a resonar debajo de él, y sintió como poco a poco iba descendiendo mientras el sonido del mecanismo se hacía más fuerte.

Mientras descendían una mano debilucha agarró a Naimbroth de la quijada, moviéndolo de derecha a izquierda.

—Hmmm, no serás tan popular con las chicas cuando terminemos contigo —dijo Tenaj.

Naimbroth se soltó e intentó morderle la mano con toda la fuerza posible, pero sus dientes solo encontraron aire y chocaron entre sí.

—Nada más espera a que yo empiece contigo —respondió Naimbroth— deberías ver como quedó el último que me torturó.

Tenaj echó a reír con ganas, como si le hubieran contado un buen chiste.

—Tienes espíritu. Me gusta. Sin embargo debo aclararte que la tortura es un método primitivo, y en este caso el último recurso. La magia, sin embargo, es un método mucho más efectivo de meterse en la mente de una persona. Cuando terminemos contigo deberías considerarte afortunado si logras articular algo más que monosílabos.

Eso no sonaba bien. Si se metían en su cabeza, sabrían los nombres de toda la tripulación, de Baxter, de cuál era el barco y su tripulación. Y lo peor es que no había nada que pudiera hacer al respecto. Era solo una cuestión de tiempo hasta que rompieran las barreras de su mente.

—Veo que vas entendiendo —continuó Tenaj— Aquí en Venore somos más civilizados. Debo confesar que me dejaste algo curioso sobre quién te torturó antes y por qué.

Naimbroth permaneció en silencio. Ya había empeorado su situación por abrir la boca, y no tenía muchas ganas de continuar empeorándola.


Lo tiraron en su celda mientras preparaban la sala para él, donde tuvo tiempo de reflexionar sobre su situación.

La realidad es que estaba jodido. Por un momento entretuvo la idea de que su tripulación lo rescatase, pero pronto se dio cuenta que era imposible. Para la mañana siguiente el Rebuque Infernal estaría a kilómetros de distancia, seguramente asaltando algún barco mercante.

Se recostó contra la pared en la oscuridad de su celda mientras esperaba a que vinieran por él. No estaba muy nervioso por el interrogatorio, sino algo molesto por la idea de que encontraría su fin aquí. El Capitán Naimbroth moriría algún día, de eso no había duda, pero esperaba que fuera en gloriosa batalla y no en una celda subterránea mientras torturaban su mente.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos por una presencia en su habitación. La puerta no había sido abierta, y estaba bastante seguro que estaba solo cuando entró.

—Nos volvemos a encontrar, Naimbroth —dijo una voz profunda y siniestra.

—Maestro —respondió Naimbroth poniéndose de pie. Hace casi una década que no veía a su maestro, no desde que había hecho el pacto con él para obtener sus poderes.

—¿Para esto es que te concedí poder? ¿Para que mates a alguien frente a una multitud y consigas que te encierren?

Naimbroth permaneció en silencio. No había respuesta correcta a esas preguntas, y lo mejor era quedarse callado.

—Te daré una oportunidad más —dijo la voz— En este momento tus compañeros planean como rescatarte, y tengo en mente darles una mano sin que lo sepan. Sin embargo, tú no durarás ni un día aquí sin mi ayuda.

Una oportunidad más. Cuando uno de los 9 Archidemonios del infierno te ofrecía una oportunidad solo había una manera de responder.

—Estoy a su servicio, maestro.

—Te protegeré de sus hechizos. La tortura física tendrás que soportarla así aprendes a no regalarte tan fácilmente, y para demostrarme que estás comprometido con tu servicio hacia mi.

El demonio le quitó la venda de los ojos. Pese a que Naimbroth estaba en una celda totalmente a oscuras, sus ojos de semidemonio le permitían distinguir formas y tonos de grises.
Una enorme sombra se cernía sobre él. No tenía ojos, ni cara, ni forma alguna, pero irradiaba un poder terrible y amenazador.

—Esto puede doler un poco —le advirtió el demonio.

Una garra se extendió desde las sombras y enterró las uñas en uno de sus ojos, arrancándoselo antes de que pudiera reaccionar. Naimbroth hizo un esfuerzo por no gritar de dolor, pero sentía como una lágrima se escapaba del ojo que le quedaba.

La garra se volvió a extender hacia él y le colocó un ojo distinto. Sintió como se reparaba mágicamente y volvía a poder ver con ambos ojos, solo que ahora uno de ellos no pertenecía a él.

—Lo único que debes hacer es proteger ese ojo —dijo la voz con un tono aún más oscuro y aterrador— Si lo pierdes no habrá fin a tu tormento.

—Volveremos a vernos, capitán Naimbroth —dijo la voz mientras colocaba la venda sobre sus ojos nuevamente, y luego la presencia se desvaneció por completo.

Un instante después la puerta se abrió la puerta.

—¿Estás listo? —preguntó Tenaj.

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