miércoles, 13 de abril de 2016

Capítulo 17 - El gran escape, parte 2

—¡¿Qué mierda quieren?!

—Hola Frans —saludó Reggae Shark despreocupadamente.

—Necesitamos usar tu mazmorra —dijo Igor sin rodeos.

Frans echó a reír tan fuerte que escupió toda su bebida y casi se cae de su silla. Mientras limpiaba su toga hizo señas a un zombie bastante pequeño que iba y venía con una bandeja de bebidas para que se pusiera a limpiar.
Mirando al zombie con más atención se podía ver que era bastante parecido al mediano que habían secuestrado hace unos días...

—Sí, yo también por si no lo notaron —dijo Frans— Háganme el favor de desaparecer de mi vista.

—Mira, es algo que va a suceder —dijo Reggae Shark— te estamos avisando solamente porque nos caes bien.

—Pfff —dijo Frans encojiéndose de hombros— ¿y se puede saber para qué?

—Necesitamos cavar unos túneles para infiltrar la prisión —se apresuró Jamies.

Igor y Reggae Shark le dedicaron una mirada asesina, pero lo dicho dicho está.

—¿Infiltrar la prisión? —preguntó Frans retóricamente— Están mal de la cabeza, igual que ese clérigo demente.

—¿Qué clérigo? —preguntó Igor.

—Él también quería infiltrar la prisión —explicó Frans— dijo algo sobre liberar a un amigo de él. Obviamente le dije que no pensaba ayudar a un lunático como él.

—¿Cómo se llama? ¿Dónde lo encontramos? —preguntó Igor.

—Anderson, vive cerca de aquí, la casa que está totalmente repleta de símbolos religiosos. Imposible perderla.

—Bien —dijo Igor— Jamies, vamos. Reggae Shark, vos...

Pero Reggae Shark ya no estaba más allí, y en su lugar había un topo gigante y escamoso.
El topo se acercó a las paredes y comenzó a olfatear mientras los demás lo miraban con curiosidad, inspeccionando la roca que constituía la pared hasta encontrar el punto débil, y empezó a desgarrar la roca con sus garras.

—Trata de no interrumpir mi trabajo —dijo Frans dirigiéndose al topo, quien sacudió la cola en respuesta.


Apenas llegaron a la casa de Anderson se hizo evidente que había algo raro con este tipo. Un símbolo extraño estaba dibujado por todos lados, en las paredes, la puerta, incluso en un cartel clavado en el patio delantero, pero ni Igor ni Jamies tenían idea de de qué dios se trataba.

Igor golpeó la puerta tres veces y esperó.

—¿Quién anda ahí? —se escuchó desde dentro de la casa.

—Tus nuevos mejores amigos —dijo Igor— abrí la puerta.

La puerta se abrió de un golpe, dejando ver a un hombre en sus treinta años, armado como para salir a luchar contra los muertos vivientes y con una mirada errática que parecía no lograr concentrarse en una sola cosa a la vez.

—¿Anderson? —preguntó Jamies.

—¿Quién pregunta?

—Mi nombre es Jamies, y él es Igor. Tenemos un interés común ...

Anderson lo interrumpió con un gesto de su mano. Se quedaron en silencio por unos instantes mientras se frotaba la barba pensativamente. Sus ojos se enfocaron en Jamies con una mirada penetrante e inquisidora, y por un momento sintió como si el clérigo pudiera entender sus pensamientos.

—Cuenten conmigo —dijo al fin.

—Pero no llegamos a discutir los detalles ... —comenzó a decir Jamies, pero fue interrumpido por Anderson nuevamente.

—No hace falta. Me uniré a ustedes. ¿Cuándo iremos a rescatar a nuestros compañeros?

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