domingo, 6 de marzo de 2016

Capítulo 4 - El Bastión de Plata

Había que encontrar una forma de salir, y rápido. Los gritos de Naimbroth se escuchaban desde aquí, y terminaron de despertar a los demás presos. Uno de estos presos era Donal, un enano ingeniero, y otro era Igor Kasparov, un humano paladín que había roto su juramento.

El enano decía tener una forma de salir de las celdas y que el único motivo por el cual no lo había hecho aún era que no podía escapar solo.

Se quito la camisa, revelando un peludo y malnutrido cuerpo de enano, y procedió a orinar sobre ella. Luego la tomo de ambos extremos y la torneo, creando un trapo bastante resistente. La coloco alrededor de 2 barrotes y comenzó a tornear ambos extremos, lentamente apretando los barrotes entre si como si estuvieran hechos de manteca.
Este tipo tenia habilidades practicas importantes para un grupo como este. Si sobrevivían, le iban a ofrecer un trabajo.

Jinei fue el designado a inaugurar la matanza. Cuando el guardia inspector pasaba frente a su celda abrió la reja a toda velocidad, empujándolo y haciendo caer al piso. Rápidamente todos salieron de sus celdas, se hicieron con la espada y escudo del guardia, y luego lo mataron.

Abrieron la puerta por la que se llevaron al capitán de una patada, listos para enfrentarse a cualquier cantidad de guardias. Por suerte la magia ya volvía a funcionar, por lo que no fue problema hacerse cargo de los débiles guardias que jugaban a las cartas.

Los gritos venían de la puerta a la izquierda, donde entraron corriendo. Desgraciadamente Jaimies se emocionó con la batalla y entró primero en la habitación, donde un hombre albino de gran tamaño le pulverizó un ojo de una piña y lo dejó inconsciente en el piso.
Rápidamente despacharon a los asistentes, pero al torturador se lo dejaron a Naimbroth para que se divirtiera.

Sin entrar en detalles, se podría decir que primero le corto todos los dedos, luego las manos, luego hasta los codos, luego los pies a la altura de los tobillos, luego de las rodillas, luego sus genitales, el resto de sus brazos y piernas, y luego la cabeza. Lo dejaron ahí, junto a sus instrumentos. Justicia poética.
Todo esto por haberle cortado 2 dedos a Naimbroth, ahora también conocido como "el ocho dedos", y por haberle pinchado un poco la pansa.

Fue así que Naimbroth, Igor Kasparov, Reggae Shark, Jinei, Jaimies, Lyonel y Donal decidieron que era hora de recorrer el castillo como la parca, llevándose todas las vidas que cruzaran su camino, hasta encontrar sus pertenencias y huir. Afortunadamente estaban en un calabozo bastante profundo por lo que no los habían escuchado y aún mantenían la ventaja de la sorpresa.

Subieron por una escalera que daba a un comedor, donde unas pobres almas infelices disfrutaban de su última cena. Rápidamente encontraron la salida del castillo, pero no querían irse sin sus cosas. Subieron al segundo piso donde encontraron al comandante del lugar y su segundo al mando, protegidos de varios guardias más.
A diferencia de los pobres idiotas anteriores, este grupo de bienhechores estaba preparado para el combate e hicieron una noble última carga.

Por desgracia para ellos no estaban lo suficientemente preparados y terminaron por sucumbir ante la tiranía, aunque no sin antes tomar la vida de Gaspar y el brazo de Jaimies, el cual fue amputado a la altura del hombro.

Del cadáver del comandante tomaron la llave de su habitación, que se encontraba a unos pocos metros por el pasillo, donde encontraron todas sus pertenencias además de una hermosa y grande bolsa de dinero. Parecía que este paladín no era tan santo después de todo.
Lo que quedaba era recuperar el barco y huir.

Saliendo del castillo se podía ver como el camino descendía por la montaña hasta un pequeño valle donde se encontraba el resto de la fortaleza: una carpintería, herrería, campo de entrenamiento, caballeriza, puerto, y hasta una estatua. Un fuerte viento soplaba y anunciaba la tormenta que se venía. Sus vistas se alzaron y pudieron ver al Rebuque Infernal en la costa, pero del galeón no había ni rastro. Aún había oportunidad.

En el centro del valle la mayoría de los soldados estaban en formación, quizás en algún tipo de entrenamiento o algo, lo que explicaba el bajo nivel de seguridad que habían encontrado hasta ahora.
Con mucho cuidado y sigilo comenzaron a descender por la zona rocosa, fuera del camino, hasta llegar al agua.

Un poderoso mago estaba utilizando magia para reparar el barco, e incluso mejorarlo, así que decidieron que lo más inteligente era dejarlo terminar. Por suerte se fue a tierra después de terminar y no necesitaron pelear contra él.

Nadaron despacio hacia el barco y comenzaron a trepar por uno de sus costados. Como a Jaimies le faltaba un brazo lo ataron a Igor, quien no tenía problema en llevarlo a rastras.
En la cubierta se encontraron con otro paladín, otro de esos lanceros extremadamente molestos, y varios soldados comunes.

El paladín enemigo hizo que Jaimies se cayera por la borda, pero Igor continuó luchando incluso con todo este peso tirando de él. Se movía por el campo de batalla llevándolo a rastras y haciendo que se golpee contra el casco del barco. Uno podría decir que lo carreo.

Luego de una breve escaramuza el barco volvía a ser suyo. Mientras el capitán se ponía al timón y los demás izaban las velas y se preparaban para la huida comenzaron a sonar las campanas en la fortaleza. Se ve que alguien encontró el rastro de cadáveres que dejaron por todos lados y sonaron la alarma.

Fue en este momento que notaron la presencia de varias torres con cañones, y que el puerto no daba al mar sino a un pequeño río que surcaba las posiciones de estas torres.

Bajo fuego enemigo y con poco espacio de maniobra descendieron por el río, tratando de sobrevivir a los cañonazos que recibían y matando al ocasional arquero que se aparecía entre las rocas. Todo parecía ir bien, hasta que lograron salir al mar y vieron al galeón esperándolos, con una tormenta acercándose a toda velocidad.

Hay un momento en la vida de todo individuo en el que uno debe plantarse ante la adversidad, bajo cualquiera de sus formas, y dar todo de sí.
Excepto, claro, que este no era uno de esos momentos.

Esta era la hora de que Reggae Shark tomara el control. Se quedó de pie en medio del barco, un dragonborn tranquilo en medio del caos que era el Rebuque Infernal, con solo 6 otros integrantes vivos.

Se concentró en las fuerzas de la naturaleza a su alrededor, hasta encontrar el corazón de la tormenta. Sintió su eléctrica fuerza recorrer su cuerpo, y comandó estas energías para crear una ola gigante, la madre de todas las olas, y llevarse al galeón hasta el fondo del mar.

El galeón salió de su formación de ataque y se alejó, entendiendo el riesgo de la situación. Fue en este momento en que se dieron cuenta que la ola también arrasaría con el Rebuque Infernal si se quedaban quietos.

Pero no era momento de dudas. Era momento de enfrentarse a la ola y que sea lo que los demonios quieran.

El muro de agua se acercaba hacia ellos amenazante, y al acercarse el barco comenzó a inclinarse hacia adelante.

—¡Agárrense de algo! —alcanzó a gritar el capitán, aunque no era necesario aclararlo.

El barco continuaba inclinándose hasta estar casi vertical, y fue ahí cuando rompieron la cresta de la ola y el barco se encontró suspendido en el aire por un instante. La sensación de falta de gravedad recorrió las tripas de todos mientras se aferraban a las cuerdas y barandas con desesperación, hasta que el barco impactó contra el agua nuevamente.

El choque hizo que todos cayeran al piso abatidos, pero el barco aún flotaba, aún se movía, y su tripulación aún respiraba.

Era hora de emprender el regreso a casa.

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