viernes, 4 de marzo de 2016

Capítulo 2 - El S.S. Hemingway

Si el botín no viene en moneda, hay que pasarlo a moneda. Es aquí donde entra el maestro comerciante Duncan, un hombre de mundo, que compra y vende prácticamente todo por el precio adecuado. Se iba a conseguir un buen precio vendiendo la armadura de Telios, pero se terminó consiguiendo algo aún mejor, pues la armadura tenía en su interior una carta astutamente escondida, dirigida a su antiguo dueño.

La carta hablaba de un barco, el S.S. Hemingway, que llevaba cargamento de armas y armaduras camino al Bastión de Plata, una fortaleza de ubicación aún desconocida, y que estaría pasando por Nargor para que Telios pudiera unirse a la expedición. El barco venía por una ruta alternativa, la cual estaba detallada en la carta.

Estaba clarísimo que esto era una oportunidad de agitar aún más la colmena, y no se necesitó pensar mucho. Era hora de la iniciación. En vez de vender la armadura, la cambiaron por varios barriles de pólvora y balas de cañón, y se dirigieron al mar.

Lamentablemente antes de zarpar Chen-Kuo anunció que no continuaría con el grupo, que se dio cuenta que esta vida no era para él, y fue reemplazado por Gaspar de Rivera, pirata con experiencia y hábil tirador.

Navegaron con suavidad y sin prisa, pues al S.S. Hemingway le faltaban aún varios días. Cerca de la península este de la isla de Nargor fue donde se detuvieron, suficientemente cerca de la costa para camuflarse mejor. En silencio y a oscuras esperaron.

La ansiedad era palpitable. La tripulación estaba intranquila, atenta, tensa. Era la primera vez que asaltarían un barco, excepto claro para Gaspar, quien estaba sentado sobre un barril fumando de su pipa relajadamente.

La noche se estiraba larga y oscura como un manto estrellado sobre ellos, hasta que una nueva estrella apareció en el horizonte. No una estrella, sino luces. Un barco.

La tripulación se agitó, nerviosa, buscando sus armas y preparandose para lo que se venía. Aprontaron los barriles de pólvora y balas junto a los cañones, y luego se quedaron quietos como estatuas mientras esa luz, esa oportunidad, se acercaba desde el horizonte.

Cargaron los cañones y se prepararon a disparar, aún en silencio y bajo el manto de la noche, hasta que el barco enemigo estaba a rango de tiro. A esta distancia se podía distinguir su tripulación relajada y descansando, sin prestar mucha atención a sus alrededores.

BOOM!

Los cañones dieron un estallido, impulsándose hacia atrás, mientras las balas desaparecían en la distancia. Fueron dos segundos -quizás los más largos de sus vidas- hasta que se escuchó la madera crujir en la distancia. Habían acertado!

La tripulación del S.S. Hemingway era ahora una tormenta de caos y terror. Los marineros corrían en todas direcciones gritando y desorganizados. Pero no todos. Unos pocos héroes, manteniendo la cabeza fría, prepararon los cañones para devolver el fuego.

BOOM!

Segunda ronda de disparos, esta vez con menos aciertos, pero una de las balas logró perforar el casco del S.S. Hemingway. La bestia estaba herida.

Hurra! gritó la tripulación, y todas las miradas estaban fijas en el premio.

BOOM!

El S.S. Hemingway devolvió el fuego, con una tripulación ahora más despierta y preparada de lo esperado. Su capitán estaba reuniendo a la tripulación y tomando riendas sobre la situación. No iban a caer sin dar lucha.

Los disparos continuaban en ida y vuelta mientas bajo las órdenes del capitán Naimbroth comenzaron el acercamiento para el abordaje.
Es aquí donde se necesitaba el disparo más importante. Se tomaron su tiempo para apuntar, pues este disparo era el que marcaría la diferencia. Si lograban destruirle el mástil, la victoria estaba asegurada.

Cargaron los cañones, apuntaron y ...

BOOM!

La madera crujió y sufrió, y en un momento de silencio ambas tripulaciones pudieron ver como el mástil del S.S. Hemingway se inclinaba hacia estribor. Lento al principio, con esporádicos crujidos de madera, para luego comenzar una rápida caída hacia el cruel y frío mar.
Una herida fatal, que anunciaba la hora del marronazo final.

Con el S.S. Hemingway inmobilizado, bordearon la línea de fuego se acercaron desde atrás, espadas en mano y cuerdas prontas para el abordaje. Los barcos chocaron, y los que estaban parados sobre el borde volaron hacia el S.S. Hemingway como bestias de la noche sedientas de sangre.

Fue en este momento en que apareció el Terror de los mares, un galeón enemigo que les había tendido una trampa. Sabían que con Telios muerto y la carta desaparecida el cargamento corría peligro, y decidieron tenderle una trampa al enemigo y al mismo tiempo descubrir quién lo había matado. Se habían escondido del otro lado de la península esperando precisamente por este momento.

Con el combate en curso la retirada ya no era una opción. Lograron vencer y tomar el control del S.S. Hemingway con relativa facilidad, pues la mayoría de su tripulación había muerto antes del abordaje, pero para cuando lo habían logrado el Terror ya estaba casi sobe ellos.
Desde el S.S. Hemingway pudieron ver con horror como el gran galeón embestía su propio barco, alejándolo del S.S. Hemingway y sellando la trampa.

Heridos, cansados, y en gran desventaja de armamento, fueron tomados prisioneros.

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