sábado, 26 de marzo de 2016

Capítulo 13 - El oficial Naimbroth

Una de las habilidades de Naimbroth era cambiar su aspecto físico a través de magia ilusoria. La imagen era falsa y cualquier interacción física lo dejaría en evidencia, pero era un riesgo que estaba dispuesto a tomar.
Utilizando este poder se transformó en un oficial de la guardia.

Mientras el resto de la tripulación esperaba en un callejón cercano, Naimbroth entró en una posada de clase media-alta a buscar a sus objetivos: un alto elfo y un mediano.

La posada rebozaba de gente de distintas razas: humanos, enanos, medianos, gnomos y elfos. Un bardo tocaba su instrumento en una especie de tarima y las mozas llevaban tragos de aquí para allá.
El ambiente parecía tranquilo.

Varias personas se giraron al verlo entrar, pero volvieron a sus tragos y conversaciones rápidamente. A nadie le gusta llamar la atención de un oficial, y era difícil que alguien intentara iniciar algún tipo de discusión con él.

Un rápido vistazo le hizo destacar dos mesas. En una estaban sentados dos medianos, un chico y una chica de unos veinti-tantos años, aparentemente en una cita. En la otra estaban sentados un mediano más veterano, un alto elfo de edad inescrutable y un humano bastante corpulento.

Le pareció que sería más fácil convencer a los medianos, por lo que se dirigió a su mesa y se detuvo al costado mientras los miraba con seriedad.

—Oficial, ¿Podemos ayudarlo en algo? —preguntó el mediano.

—Efectivamente —dijo el oficial Naimbroth— Ha habido un robo y ustedes han sido señalados como testigos.

—¿Un robo? —preguntó la chica— Pero nosotros estamos aquí hace horas.

—Sin embargo necesito que me acompañen a declarar, a no ser que deseen interferir con la justicia —dijo, haciendo énfasis en las palabras interferir y justicia.

Las mesas cercanas se giraron a mirar, algunos a los medianos y otros a Naimbroth. No todos estaban cayendo en la trampa, pero siempre que los medianos cayeran nadie se entrometería.
Los medianos, por suerte, estaban bastante nerviosos y no quisieron discutir.

—Por supuesto, lo acompañaremos —dijo el chico.

Dejaron varias monedas en la mesa para pagar por sus tragos y se marcharon. Naimbroth sentía las miradas de la posada entera clavadas en su nuca, pero nada de eso importaba pues llevaba el aspecto de un humano oficial común y corriente.

Una vez fuera de la posada los dirigió hacia el callejón. La pareja se detuvo antes de entrar, y se notaba que estaban muy nerviosos.

—¿Hay algún problema? La escena del crimen está más adelante —dijo Naimbroth.

—¿Escena del crimen? —preguntó el mediano con voz temblorosa— pensé que había un robo.

—Una de las víctimas perdió su vida. Si no vienen ahora tendré que arrestarlos —dijo amenazadoramente y con convicción. Si podía gobernar los 20 piratas que trabajaban en el barco, podía hacerse cargo de estos seres insignificantes.

Los medianos asintieron con la cabeza y echaron a andar detrás de Naimbroth.

Dieron unos cuantos pasos más hasta que varias figuras aparecieron de entre las sombras.
Dos humanos en armadura completa, uno con un espadón y otro con un mayal, un dragonborn en armadura de cuero que no llevaba armas, un humano monje y un alto elfo al que le faltaban ambos brazos y un ojo.

La pareja se puso más nerviosa, y asustados se acercaron al oficial a buscar auxilio, pero el oficial ya no estaba.
Ahora estaba el capitán Naimbroth, nacido de demonios, un brujo con cuernos y piel rojiza.

Igor y Jinei estaban sobre ellos antes de que pudieran reaccionar, dejándolos inconscientes de un rápido golpe en la nuca a cada uno.

Abrieron la mochila mágica y los metieron adentro mientras vigilaban que nadie los estuviera mirando. Según los arcanistas que creaban este tipo de mochilas, se podía sobrevivir 5 minutos dentro antes de quedarse sin aire, así que echaron a correr hacia la mazmorra de Frans a toda velocidad.

Una vez dentro los sacaron de allí. Los medianos cayeron al piso tosiendo y respirando con dificultad, mirando en todas direcciones tratando de determinar dónde estaban..

—Les dije que el trato era por uno —dijo Frans— ¡no pienso darles nada extra por el otro!

—Tranquilo, pequeño —dijo Naimbroth— el otro es gratis. ¿Dónde los quieres?

El gnomo señaló una jaula que tenía debajo de un montón de papeles.

—Métanlos allí —dijo el gnomo señalando un par de jaulas con grilletes— ¡Y no se olviden de encadenarlos! Luego pueden marcharse.

Igor y Jinei levantaron a los medianos y los llevaron hasta allí, los engrilletaron y trancaron la puerta de la jaula. Los medianos estaban tan petrificados del miedo que no dijeron nada.

Antes de irse, sin embargo, Igor le dedicó su macabra sonrisa a los medianos.

—No se preocupen —dijo— le podía haber pasado a cualquiera.

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