martes, 22 de marzo de 2016

Capítulo 11 - Contrabando

¿Cómo meter un troll vivo a la ciudad? Esa era la pregunta que todos se hacían en este momento.

Por supuesto que la enorme caja metálica impedía que se viera el contenido, pero un troll enjaulado no era un bicho que se destacara por ser silencioso.

El ruido no era el único problema. El troll se sacudía y golpeaba las paredes de su jaula, moviendola de aquí para allá con cada porrazo, por lo que la tripulación tenía que estar pendiente del cargamento a toda hora, y los malos humores ya empezaban a mostrarse.
Cualquier persona se daría cuenta que no llevaban un cargamento normal.

Mientras parte de la tripulación se quedó en el barco a una distancia prudente de la ciudad, Naimbroth, Hegrael y Jinei fueron en un pequeño bote a buscar a Fergus, el mago que los había contratado.


—Tenemos un pequeño problema con el cargamento —dijo Naimbroth— Es demasiado ruidoso, y no vamos a poder meterlo en la ciudad sin que lo detecten.

—El problema es el ruido, ¿dices? Creo que tengo una solución.

—Excelente —dijo Naimbroth sin siquiera preguntar cuál era la solución. Esto acababa de pasar a ser problema de Fergus. —Vamos al barco —agregó.


Los ojos de Fergus se abrieron como platos cuando vio la jaula del troll sacudiéndose de aquí para allá mientras varios tripulantes del Rebuque Infernal intentaban contenerla con cuerdas. No era miedo, era fascinación.

Sin embargo la tripulación ya estaba cansada de esta situación y comenzaba a mirar a Fergus con algo de recelo. Si el mago se sentía intimidado no daba ninguna señal.

—¡Maravilloso! —exclamó Fergus. Parecía un niño al que le hubieran regalado exactamente lo que quería.

—Entonces, ¿qué solución tenías en mente? —preguntó el capitán.

—Un pequeño hechizo de silencio, claro.  Y habrá que disimular cualquier movimiento de la jaula si el troll se pone violento.

—Eso no es problema —dijo Igor rápidamente, y luego le dio un puntapié a la jaula por diversión.

El troll comenzó a gruñir y golpear contra las paredes mientras Igor se reía por lo bajo. Disfrutaba del troll en sufrimiento, y disfrutaba del disgusto del resto de la tripulación.

Pero la realidad es que ya todos querían sacarse este problema de encima, incluso Igor.

El barco se acercó lentamente al muelle, y antes de atracar ya había un oficial esperándolos con una unidad entera pronta para abordar el barco.

El grupo entero fijó su mirada en Fergus, dándose cuenta que si el mago cometía un error lo pagarían todos. Pero no lo hizo, y la jaula del troll se mantuvo silenciosa como una tumba.

—¿Qué cargamento traen? —preguntó el oficial.

—¡Bananas!—mintió Igor. Era una mentira tan barata que varios tuvieron que contener la risa. Extrañamente el oficial parecía convencido, y por un segundo creyeron que sería así de simple.

—Muy bien. Luego de una inspección y de pagar los impuestos correspondientes podrán desembarcar las mercancías.

No había chance de ninguna inspección, eso estaba clarísimo. Como no tenían ningún mago que pudiera "sugerirle" al oficial que los deje pasar, con la excepción de Fergus que estaba muy ocupado manteniendo al troll en silencio, tuvieron que recurrir a métodos más primitivos.

—¿Cuánto? —dijo el capitán sin rodeos. Ya estaban cansados y no había tiempo de darle vueltas al asunto.

—Vaya, pensé que íbamos a demorar bastante más en llegar a eso —dijo el oficial— 500 monedas y te soluciono el papeleo.

—Hecho.

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